Llega un tiempo fabuloso para las sepias que estos días traemos desde la costa de Huelva, en Isla Cristina. A destacar, su potente sabor marino. Gracias en parte a la alimentación que estos cefalópodos han disfrutado en vida: crustáceos, pescados de roca, como los salmonetes, y bichos así. No es mal menú para vivir.
Encontramos esos sabores yodados deliciosos especialmente en los tentáculos e interiores de la sepia. Junto con su tinta, elaboramos con ellos un guiso ya de por sí antológico.
Una vez en el plato, aderezamos la sepia con el crujiente de su piel, con el aliño suave de un limón en salmuera, para aportar una notas de acidez, y con unas briznas de alga codium.
Como final, cubrimos el guiso con una lámina de sepia cruda barnizada previamente en una garum “casero” de la propia sepia.
El guiso es toda una alabanza a las técnicas de cocina y al buen producto. Porque nuestra particular alabanza al mar, ya la hemos demostrado bastante.
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